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Joven venezolana de 20 años deja mensaje final que conmueve y pone sobre la mesa el peso del silencio
Yusvely, joven venezolana de 20 años, se suicidó al lanzarse desde un puente sobre la Vía Atlixcáyotl, a la altura del CIS. Momentos antes había avisado a su pareja y dejó en redes sociales un texto largo, íntimo y brutalmente honesto sobre lo que llevaba cargando en silencio.

En su publicación habló del miedo constante al fracaso, de sentirse una carga, de no haber podido avanzar por temor a equivocarse, de vivir encerrada en un cuarto que —según sus palabras— reflejaba el desastre de su mente. Describió años de vergüenza, ansiedad, culpa, aislamiento, dolor emocional no atendido e incluso mencionó abuso en su infancia sin haber recibido un acompañamiento real cuando lo contó.
El mensaje también dejó ver algo que suele pasar desapercibido: que alguien puede decir “la vida es bonita” al mismo tiempo que se siente incapaz de sostenerla; que se puede amar a la gente y aun así sentir que uno no pertenece; que el afecto no compensa cuando el sufrimiento interno no encuentra válvula de salida ni escucha.
Miles de usuarios reaccionaron, no solo por la crudeza de su despedida, sino porque su texto exhibe las grietas de tres temas que rara vez se abordan juntos: la vulnerabilidad emocional en jóvenes migrantes, la soledad disfrazada de normalidad y la dificultad social para tomar en serio lo que no deja marcas visibles.
Autoridades y usuarios recordaron que existen líneas y redes de apoyo emocional para quienes lo necesiten, pero el mensaje de Yusvely dejó algo más incómodo sobre la mesa: que casi siempre esas redes se buscan cuando ya es tarde, y que las señales no son silenciosas… solo suelen ser ignoradas.